martes, 23 de octubre de 2007

MIGUEL ÁNGEL ZAMBRANO ARGONAUTA DE TERNURAS


Gabriel Cisneros Abedrabbo
poesialas@hotmail.com

El poeta y catedrático universitario Miguel Ángel Zambrano, nació en Riobamba en 1898 y murió en Quito -1969. Profesor de filosofía del derecho y de sociología ecuatoriana y fundador del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Central, de Quito. Jefe del Departamento Jurídico del Ministerio de Previsión Social redactó, entre otras leyes sociales, el Código del Trabajo que se promulgó en 1938.

Su primer libro, Diálogo de los seres profundos, apareció en 1956. Le siguieron Biografía inconclusa (1961) y Mensaje (1968). Hace poco se publicó “Memoria de Vida”, una recopilación hecha por la Casa de la Cultura Ecuatoriana (Quito -2005), una amplia recopilación de su obra en la que se incluyen bellísimos textos que se encontraban inéditos.

Humberto Vacas Gómez, al respecto de su obra dijo: "Todo ha confluido para convertir en hecho excepcional la incorporación de Zambrano a la lírica nacional: en primer lugar la alta calidad de su poesía que, sin lugar a duda, rebasa los límites de la normalidad y emerge sombría y torrencial en un caos clareante, de una atmósfera apocalíptica, sin antecedentes en el país que no sean los de la formidable lírica de Alfredo Gangotena; (...)”

La poesía a veces brota como estrella en constelaciones abstractas, alumbrando el silencio de quienes se han olvidado incluso de si mismos, anticipando el ritual de adioses y reencuentros. En fin, en una estela de magia que conmueve al hombre y le da la divinidad perdida. Esa es la poesía que brotó de la pluma del poeta chimboracense Miguel Ángel Zambrano y que se ha incrustado en las arrugas del tiempo en metáforas y ecos de un ser profundamente comprometido con el amor y con sus semejantes.

En la selección poética de la Campaña de Lectura “Cien Joyas Para Leer”, podemos compenetrarnos con textos que vibran desde la tierra, que se enraízan en lo social, en lo humano en lo amatorio y que desde esos espacios nos permiten vivir la poesía de quien talló las palabras, las letras y los versos, con la maestría de quién ama lo que hace. Refleja en su poesía su pensamiento político socialista de profundo contenido humanista.

ESTA NOCHE
Miguel Ángel Zambrano
Ésta noche, en que los astros, casi ciegos, tras un vidrio de lágrimas me miran insistentes, siento que una pequeña luz helada resbala por mis huesos। Esta noche, que el cine se disuelve en una multitud de diminutas ruedas rumorosas que inundan los henchidos contornos del silencio, oigo la luz que baja de los astros y en una arcana música me envuelve। Esta noche, que fugan las palabras en ecos transportados arriba de las voces prisioneras, y crecen, confundiéndose, los murmullos, las luces, los aromas, y los árboles se alzan como manos que saliesen del seno de la tierra para buscar a Dios, ahora, está naciendo un ángel sobre mi corazón. Esta noche, que el olor de la tierra me remonta al origen y burbujas de tiempo entre mis dedos se evaporan, yo advierto mi camino, oigo el rumor de los minutos que ruedan en mi sangre, y en lo alto de mis ojos veo mi propia sombra deshaciéndose.


Ahora, que un viento triste, como de espinas, pasa -rozándome la piel- por las estrellas; esta noche, que al ascender las cosas se han quedando en la eternidad suspensas, desde el fondo de alguna parte, con ojos pensativos, alguien me está mirando. Esta noche que en su red las estrellas han detenido el río de las horas y todo se difunde en una luz inmensa, helada, y unas manos lejanas, pero mías, casi tocan la eternidad. Ahora, detrás del horizonte y de otros horizontes sucesivos, entre brumas de pálidos reflejos, alguien me está buscando. Esta noche llena de luciérnagas que escriben jeroglíficos lilas, de secretos violines desvaídos y cristalinos chorros en estupor inmóviles; esta noche en que una fría música me envuelve diluyendo en mis párpados una cosa sin nombre, desde el país helado sin formas, ni sonidos, alguien me está llamando.

ISLA DE ESPECTROS TORTURADOS

Miguel Ángel Zambrano

El fogón, con dientes de ascua,
muerde el caldero
que hervoroso borbota espumarajos.
Una lívida llama
ahorcándose en humo, se retuerce, aletea,
y se clava de pico entre las brasas.
Sin soplo que la avive resurge y se enardece,
suenan sus alas rojas
y un brilloso escozor rehila la penumbra.
Unas resecas manos salpicadas de chispas,
trajinan espectrales. Sobre la mesa, cinco
calavéricos platos en espera, y al ruedo
cinco figuras secas, cortadas en cartón,
cinco pares de ojos
enquistados en vidrios de aceituna
y ásperos labios en sinuoso gesto comprimidos.
Una profunda torre de silencio
doblega las cabezas. Palabras ¿para qué?
Una idéntica arruga todas las frentes hunde.
Las palabras, idénticas palabras
atraviesan los ojos, resbalan de los labios,
caminan por las caras y cual culebras muertas
por la caldeada semisombra ondulan.
Las consumidas manos de la madre
incian el reparto. La espera se resuelve
en un oscuro brillo que abre un instante las pupilas;
y en vagos movimientos que inquietan las figuras.
Afuera está lloviendo.
Desde el principio del mundo está lloviendo.
El viento cogido por la cola bajo la puerta aúlla.
El frío adelgaza las sombras, las manos y los huesos.
En el camastro arrinconado, suena una tos
y todas las cabezas se vuelven a la vez.
Un cuchillo filudo
corta de arriba abajo las espaldas
y miradas oblicuas al cruce de ojos se deslíen.
Un quejido... Otro más...
Las cucharas resbalan de las bocas.
Desciende la techumbre.
Las paredes se acercan opresoras.
Como en un turbio espejo cóncavo,
más que la llama tísica, la madre
se afila y palidece.
Un mascarón tatuado de relámpagos
asoma en la ventana. Truena.
Desde el principio del mundo está lloviendo.
Tirada en el camastro,
revolviéndose en fiebre y desvarío,
la pequeña mastica frases rotas
a golpes de la tos que en la garganta dura
le revienta racimos de uvas envenenadas.
De lado a lado agita la cabeza.
En los ojos dolidos se congela una súplica.
Los labios temblorosos
se entreabren dibujando un nombre, una llamada.
En sus labios los ojos de la madre.
Pretende incorporarse y cae...
La tos, la tos...
El viento brinca a la ventana
y mugiendo se enrosca a los barrotes,
suenan los vidrios retorcidos.
Los pescuezos se estiran, las caras se desdoblan
y las miradas se bifurcan.
La figura materna se hunde
en las aguas partidas del espejo.
En lo alto la tiniebla se diluye
y precipita a chorros: diluvio negro.
Encendidos mordiscos la noche despedazan;
y amenazantes signos la electrizan.
Entre las luces rápidas las caras
cortadas por la lluvia, manchadas por la tos,
suben, bajan, se escurren, se esfuman y retornan.
El viento se desata en ráfagas y en gritos, trepidante,
y la casucha cruje y tambalea:
Cárcel de espejos torturados,
isla flotante de fantasmas ebrios,
arca de Noé de las sabandijas
y los escarabajos,
que en mar, delirio y tempestad zozobra.
¿En qué cima -Ararat del Nuevo Génesisse
elevará la vida?
¡Ah... la vida... Qué lejos!
A cien gritos de angustia,
en la punta del último grito:
cohete luminoso.
Aquí,
tos y viento,
tos y lluvia,
tos y sangre
en los labios congelados.

4 comentarios:

Pacita dijo...

Muy buena entrada, auqnue recién me la encuentro...Tal vez hubiera quedado mejor que utilices "Diálogo de los seres profundos", pienso que es de lo mejor que se ha leído de Zambrano. Suerte con el blog, de los primeros y pocos que se acuerdan de nuestra poesía...

Luigui dijo...

esta super chevere

Anónimo dijo...

de inicio es maravilloso.
My site :: Frederick Phenes

david diaz dijo...

me gusto mucho me sirvio demasiado para algo y se que para complementar se necesitaba otra poesia como dialogo de los seres profundos bueno suerte con el blog